jueves, 17 de marzo de 2011

Que el sur sea el norte.

Por: Gustavo Montenegro Cardona

*Este artículo fue solicitado por la red Buena Nota. www.buenanota.org.

Los ciudadanos del sur somos seres particularmente sensibles a nuestra realidad, esa sensibilidad nos hace soñadores y procuradores de utopías. Soy un ser del sur que sueña con el país del equilibrio, que comprenda que la nación se construye también con los impulsos regionales, desde los esfuerzos de los habitantes de la periferia; con los hombres y mujeres que concebimos que otro modelo de desarrollo no sólo es posible, sino que se hace urgente, necesario y pertinente.

El Sur de Colombia se ha catalogado como un territorio tradicionalmente desvinculado de los procesos centralistas de construcción de nación, generando imaginarios asociados al abandono, a la exclusión y a la poca atención que el país le presta a una región que carga con el propio peso de su historia. En ese mundo del sur es necesario plantear nuevos discursos, nuevos escenarios, nuevas oportunidades, nuevas relaciones de la región y el resto de Colombia. Sueño con ese momento que nos permita acercarnos como nación integradora, capaz de superar imaginarios coloniales para pensar en un mundo con oportunidades en equidad para todos y todas.

Nariño integrado al país, y un país integrado a Nariño, es sueño, pero sueño posible. Un Nariño y un país apostándole al desarrollo humano integral y con condiciones para la sostenibilidad, es sueño, pero sueño posible cuando el mapa político se transforme de las acciones politiqueras a la práctica de la Política, así, con P mayúscula. Que Colombia sea capaz de andar al ritmo de su propia forma de ser como territorio sin necesidad de establecer los parámetros comparativos que traza el crecimiento económico en desigualdad y atropellando la humanidad, es sueño, pero sueño posible desde una mirada de desarrollo para la gente y con la gente.

Desde esta esquina se trazan los sueños de un país suficientemente capaz de soportarse en la cultura como cimiente para la creación de un proyecto de nación diversa, multiétnica y compleja. Válido sería que Colombia considere en la pausa de su historia que en la cultura, además de las expresiones artísticas, radica el corazón de lo que somos, fuimos y podemos llegar a ser.

Son estos los sueños del desarrollo humano, de la interculturalidad, de la otra nación posible desde un sur que también puede constituirse en el nuevo norte del país.

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