martes, 2 de marzo de 2010

MÁS DERECHOS, MENOS PALABRAS


Por: Gustavo Montenegro Cardona

La jornada de acompañamiento a la oficina regional de UNFPA (fondo poblacional de Naciones Unidas) tuvo, para mí, dos momentos significativos, el primero destacado por la amplia convocatoria que logró su responsable, la Dra. Erika Oliva, oficial de terreno de UNFPA para el departamento, por la presencia de actores que conocen el contexto del departamento alrededor de temas tan sensibles como los derechos humanos para la infancia, la adolescencia y la juventud. También fue bueno porque el espacio fue lugar para aprender, para reconocer conceptos, contextos, visiones y perspectivas. Siempre es bueno llegar a lugares donde se ven rostros conocidos y se reafirman los propósitos que ayudan desde diversas orillas a ese sueño constante de construir región. Leer la realidad que se muestra con otros ojos también será una garantía de una jornada exitosa. Y lo fue, lo fue para la planeación, para la priorización temática, para la puesta en escena de acuerdos, alianzas y nuevos sueños.

Luego viene la sensación de lo que parece ser un tema que no avanza, aunque los expertos y seguramente más, las expertas, dirán que han descubierto la ruta adecuada. Insisto en el tema del lenguaje, del abuso del idioma, y de mi total posición contraria a creer que la garantía de los derechos pasa por el manoseo de la palabra. Tanto los y las, ellos, ellas, nosotros, vosotros, nosotras, funcionarios, funcionarias, docentes, y docentas (supongo que ahora deberán llamarse así); actores y (ojo la perla) actoras. Padres y madres, ellos con ellas, ellas sin ellos, ellas con ellas; tanto ir y venir de artículos, de pronombres, de expresiones que el oído no soporta me hacen siempre ir a la esencia y a los datos, pues también ayer pudimos confirmar que mientras este tipo de prácticas se vuelve una acción mecánica como la de los niños que recitan poesías sin ni siquiera saber escribir, por otra parte los embarazos indeseados en adolescentes aumentan, las mujeres en el contexto de la guerra siguen presenciando la violación sistemática de sus derechos, los hombres siguen asistiendo a la guerra, nos seguimos matando, y tanto hombres como mujeres, nariñenses (no sé si nariñensas), seguimos asistiendo a una de las crisis humanitarias más significativas de nuestra historia.

Me afirmo, menos palabras, más derechos. El trabajo desde lo institucional, desde lo gremial, desde las organizaciones sociales, deberá profundizar en el compromiso con el ser humano, con la persona humana. Esta atomización del ser provocada desde el lenguaje que separa me suena a la historia de la ciencia médica que terminó supra-especializando al médico hasta el punto de tener profesionales que sabían tanto de la uña del dedo pequeño del pie izquierdo que dejaron de ver la esencia del paciente que atendían. La fragmentación de nuestra realidad nos ha llevado a desconectarnos de la armonía del mundo, lo recuerdan siempre los mayores de comunidades indígenas como los Pastos, y sin embargo, los oímos y nos admiramos de sus conocimientos y prácticas, pero en el día a día, en el momento de tomar decisiones, la sabiduría ancestral se desconoce. Qué bueno fuera aprender aquí también de esa cosmovisión que no rompe, que no divide, que reconoce la diversidad, la respeta y la promueve, pero que ante todo no deja de ver la integralidad y complejidad del ser humano. La libertad, las oportunidades, los derechos se deben promover, apropiar y garantizar en condiciones de la raza humana, con todas sus complejas variaciones, pero en la esencia de lo humano y no en los caprichos de una visión reduccionista del idioma que por intentar incluir termina excluyendo.

Dicen que lo que no se nombra no existe, verdad fundacional, pero la identidad se reconoce en la particularidad más que en la generalidad. Lo que la mayoría esperamos es que se nos brinden las garantías de nuestras libertades y nuestras oportunidades, lo demás será retórica sin acción.


No hay comentarios: