sábado, 3 de octubre de 2015

LA FE NAVEGA EN EL ATRATO

SERIE: BAILAR, REZAR, NARRAR.
Historias de San Pacho


3 de octubre para la memoria
Por: Gustavo Montenegro Cardona

Las manos del artesano

Se comprometió a llegar temprano y desde las cinco y cincuenta de la mañana ya estaba listo con todo el material. Su misión, armar la balsa mayor que encabeza la procesión fluvial del tres de octubre. La punta de lanza de la balsada, evento fundamental en el cierre de las fiestas de San Pacho, estaba, de nuevo, en las manos artesanales de Casimiro Perlaza.

Carga con un cuerpo de 1,70 cms, es ebanista y aprendió a trabajar la madera por herencia familiar. Desde su puesto de mando orienta a un equipo de cinco personas que carga en sus manos los clavos, los martillos, los serruchos y las maderas para armar la estructura de nueve metros de largo por cuatro metros de ancho que servirá de reposo para la comitiva principal de las fiestas de San Pacho.  

Casimiro sabe que tiene una gran responsabilidad. Esta es el quinto año que se le asigna el reto de armar esta tarima flotante. Ya son las seis y media de la mañana y a primera vista se nota un armazón de listones y tablas entrecruzadas sobre tres frágiles canoas. Sin embargo, al subirse a la estructura se tiene la sensación de estar sobre piso firme.

 Casimiro Perlaza en acción, construyendo la tarima que servirá para la balsa mayor. 


Memoria de trescientos años…y más.

En el contexto de las fiestas franciscanas el tres de octubre es la fecha cuando se conmemora el día que Fray Matías Abad llegó con la imagen del Santo de Asís en 1648 en una balsa remada por indígenas al pueblo de Quibdó, como lo recuerda Ramón Cuesta Valencia, presidente de la Fundación Fiestas Franciscanas.

Casimiro junto a su equipo es el responsable de la estructura de madera, Hammer Antonio Ramos Rentería, por su parte, fue el responsable de diseñar conceptualmente la balsada de este 2015. Para Hammer todo esto resulta una emoción sublime. Suena el martillo, péguele a ese clavo. Grita Casimiro “páseme uno de un cuarto”. Se gritan y se entienden entre ellos. Se mueven entre las canoas haciendo un equilibrio que resulta un caminar natural. Se meten al agua, salen del agua. Serruchan, serruchan, martillan. En el ambiente parece una música de percusión la armada de la significativa estructura. “Yo le meto todo a esta balsada” dice con orgullo Casimiro. “Yo se la meto toda a este tres de octubre”, afirma Hammer, quien a sus 44 años de edad, con tres hijos, y como el dibujante de arquitectura que es, narra con emoción evidente en su voz y sus ojos, lo feliz que lo hace ser el responsable del diseño de la balsa mayor.


Hammer, el diseñador de la balsa mayor.

Entre balsas y bongos.

Vestida, como ella dice, al mejor estilo de la herencia africana, Noency Mosquera Martínez, “conocida en el campo artístico y cultural como El Bongo de Bojayá”, se asoma a las nueve de la mañana por el puerto arenero del barrio San Vicente para revisar que todo esté bien. “Está quedando preciosa la balsa mayor” dice la compositora, cantante, gestora y líder cultural.

El Bongo, como la balsa mayor, es la figura que hace alusión al bote más grande que existe en el río Atrato, y con esa fuerza femenina, Noency resalta que “En los eventos culturales está la esencia de las fiestas patronales de San Pacho”, destacando el mensaje que para este año ha decidido llevar el comité responsable de armar la balsa mayor.


Ella es "El Bongó de Bojayá".

Eulalia Casas es una mujer robusta. Desde donde la miro debe medir más de uno con ochenta. Son las nueve y quince minutos de una mañana calurosa, de cielo nublado, y una ligera, ligerísima brisa. “La seño” como la llama Hammer está atenta a todo el proceso de levantamiento de la estructura. Opina sobre cada detalle. Camina, corre, pasa una piña, pasa un cartucho, se sube a la balsa, se baja, habla con el uno, habla con el otro. Corrige, llama a aquel, llama a fulano, señala un puesto, señala otro lugar. En medio del agite nos cuenta que el propósito de este año ha sido “Resaltar, que eso es lo que tenemos que hacer en las festividades, fortalecer los eventos culturales, haciendo realce a eso, y mandando este mensaje a todos los que participamos, que fortaleciendo, haciendo parte de los eventos contribuimos a la paz de este país”.

Faltan veinte minutos para las diez. El puerto está lleno de personas. Al fondo se escucha un grupo de chirimía ensayar. Cada barrio se ha esmerado por tener su mejor balsa acompañante. Bombas, arcos, flores, san pachos en madera, san pachos en yeso, andas, festones, mujeres vistiendo los cachés de los días pasados, otra banda por allá. Y ahí está Casimiro aún martillando, aún serruchando. Ya falta poco tiempo para comenzar el viaje.

Asuntos de fe, de río, de bosque.

Al Santo lo han decorado con las flores exóticas típicas de la región. No es posible hablar de balsada sin tener presente el mensaje de protección medio ambiental. Con una paz interior que proyecta en medio de su 1,90 de estatura, el profesor Edison Blandón recuerda que San Francisco fue nombrando el santo patrono de la ecología y el medio ambiente. De ahí que con mayor razón se haga un esfuerzo para que la balsada sea una expresión de la relación amigable con el río, con el bosque, con la madera, con el entorno más biodiverso del país.

Son las diez de la mañana. Hammer celebra con sus lágrimas la emoción que le produce este día en especial. Casimiro deberá viajar atento a cualquier circunstancia que pueda pasar durante la navegación. El Santo de Asís se ha apuntalado bien para poder encabezar la marcha fluvial. Arranca la balsada, y dos personajes anónimos para la mayoría del público quibdoseño hoy han puesto su mejor esfuerzo para conmemorar aquella primera llegada de San Pacho a través de este río Atrato por donde hoy navega la fe.  





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