martes, 7 de septiembre de 2010

Música para fumar la pipa de la paz.


Aterciopelados marcó un cierre místico.

Por: C.S Gustavo Montenegro Cardona

Conocí a Uriel de Jesús Alvarado tomando un café en la mañana del 21 de agosto, horas antes de que tuviera lugar el concierto del agua que marcaba el cierre el segundo encuentro internacional de culturas andinas. Lo vi agotado, llevando a sus espaldas el aroma de la calle y el peso de más de cinco horas de trabajo recolectando la basura que cientos de pastusos dejan en las calles del centro de la ciudad. Vestido con su overol verde y cubriendo la cabeza con su gorra amarilla donde consigna el sello de la empresa de aseo de la urbe nariñense, Uriel quería recargar energías porque en la tarde el esfuerzo se redoblaría. “¿Imagínese como quedará esa plaza luego del concierto?” me inquietó con su tono antioqueño. En la tarde, el punto más central de Pasto era una feria completa. El hombre de los globos, la señora de los pinchos, el vendedor de maní, el señor que lleva los conos de espuma a sus hombros, y cientos de jóvenes, niños, y adultos empezaron a agruparse alrededor de la tarima que después de más de cinco horas estaría sirviendo de escenario para proyecar la voz de protesta musical de Andrea Echeverry y los Aterciopelados.

Más tarde, en medio del tumulto, Uriel se abre paso con su escoba, orgulloso de portar el uniforme de EMAS, fumando un cigarrillo con el paso apurado. Nos alegramos de vernos de nuevo en medio de la plaza que con tanto esmero cuida. “Ojalá la gente colaborara más. Ya he sacado más de seis bolsas de basura entre la una y las cuatro de la tarde, y todavía de aquí sale más”, me dice, poniendo en su acento el llamado de atención para que los ciudadanos seamos más conscientes de nuestro comportamiento ecológico. Aunque David Timarán Zambrano, un joven que espera con su grupo de amigos el concierto de Aterciopelados, sabe que Andrea Echeverry y su grupo son la expresión musical de los anhelos de ecologistas, pacifistas y defensores de Derechos, Uriel, el escobita de EMAS, no tiene ni idea de quién estará ofreciendo canciones rockeras en las próximas horas, “pero si a la gente le gusta, pues está bien, lo importante es que cuiden la plaza y la ciudad”, afirma con honestidad total mientras piensa que deberá caminar al menos durante una hora más rumbo hacia su casa. “Le doy una vuelta más a la plaza y me voy”.

Cerca de las ocho de la noche, Andrea entró generosa y mística a su escenario donde a su modo, musical y político, dejó ver el sentido de su presencia en el Encuentro de Culturas Andinas. “No más banderas, somos una sola tribu, la tribu Arco Iris”. Fumó la pipa de la paz por Pasto junto a un indio Dakota y en compañía de su banda. Insistió: “Ninguna mata, mata”, “Soy una madre orgullosa y les canto desde mi vientre”. Así explosiva, alegre, mística y carismática, Andrea Echeverry cantó junto a Aterciopelados en un concierto que se extendió hasta las diez y media de la noche, invocando a los vientos del mundo, cantándole al río, al agua contenida en el cielo, y a los seres del mundo andino que también danzan al ritmo del rock. En su casa, Uriel, seguramente descansa pensando en la jornada de aseo que lo aguardaba el domingo después del concierto del agua.