Por: Gustavo Montenegro Cardona
Surcar la tierra, abrirla, rasgarla, hurgar en sus
profundidades implica cierto acto de violencia contra el suelo y evidencia un
sacrificio silencioso de aquello que consideramos inerte, frío, ausente de
dolor y carente de nerviosismo. Sin embargo, el que labra conoce de la vida de
la tierra y ella, a su tiempo, reconoce las manos que la sacuden para
encargarle la misión de que las semillas que ahí dormirán emerjan con los
frutos prometidos por la sabia naturaleza.
Eso lo saben Santiago, Lucas, María Fernanda, Nirvana,
Julián, Ángela y otros y otras soñadoras más, sembradores y sembradoras que
desde hace algunos años cargaron sus maletas de hombres y mujeres viajeras, de
músicos sensibles, de artistas libres, con semillas de música, pedagogía,
educación, conciertos y festivales. Estos sembradores, atrevidos como lo son
los gestores culturales, lanzaron sobre el incierto suelo de la promoción de
escenarios para la formación de públicos y la proyección de la música andina,
semillas repletas de charangos, guitarras, bombos, zampoñas, voces, cantos y
gritos en memoria de aquellas músicas con las que nacieron, crecieron y
viajaron por el mundo.
De esa siembra, del disciplinado hábito de regar, nutrir
y amar la tierra cultural, nació el Festival Raíces Bogotá Andina, un encuentro
en donde la música andina y la memoria de los cantos latinoamericanos, tiene un
refugio, un lugar querido, un árbol del que ahora brotan deliciosos frutos.
Del 17 al 23 de octubre vivimos la quinta edición del
“Festival Raíces - Bogotá Andina”. Una semana, siete días, más de 28 horas
continuas de conciertos virtuales que convocaron a una diversidad de artistas y
públicos responsables de sostener en el tiempo la herencia de las músicas
ancestrales, el legado de los cantos que nacieron en las cordilleras, que se
mecieron en los valles y que se escucharon durante años a las orillas de los
ríos, en medio de los páramos, frente a lagos y lagunas.
El “Festival Raíces – Bogotá Andina”, es una iniciativa
de la Fundación Social “Sembrando Camino” y cuenta con el apoyo de IDARTES
desde la Alcaldía Mayor de Bogotá, en alianza con un grupo de amigas y amigos
que promueven el amor por la música de los altiplanos, por este género que
muchos creyeron había quedado en la nostalgia de agrupaciones tradicionales que
parecían haberse echado en el olvido de otros mochileros y caminantes. Sin
embargo, la visión cuidadora de quienes diseñan, convocan, promueven y expanden
el “Festival Raíces – Bogotá Andina” justamente ha permitido una siembra
juiciosa que con el tiempo nos permite comprender que hoy la música andina y
latinoamericana sigue vive, se manifiesta desde distintos géneros y mixturas, y
está hecha por manos y voces provenientes de diferentes zonas del país y del
mundo.
Agrupaciones de Pasto, Sibundoy, Chile, Tarquí en el
Huila, Sesquilé, Perú, Sibaté y Bogotá. Sonoridades que conjuntan la música
clásica con los ambientes andinos de la guitarra nostálgica y el charango
ancestral; fusiones de rock, pop y carrilera fundidas con waynos, baladas,
valses, danzas místicas, cantos rituales, flautas inmortales, letras profundas
y amorosas con cantos rebeldes, convocantes; lo mismo una protesta por allá que
un san Juanito festivo por acá. Niños, niñas, jóvenes y adolescentes soñando
con ser grandes artistas de las músicas hechas con vientos que se mecen en los
volcanes de estos Andes majestuosos; grandes artistas andinos siendo niños,
niñas y jóvenes que juegan con sus manos, sus voces e interpretaciones para
recordarnos que la libertad es un niño dando saltos entre páramos y
frailejones.
A la quinta versión del “Festival Raíces – Bogotá Andina”
llegó toda esa riqueza de manifestaciones artísticas a través de 18, léase
bien, 18 diferentes agrupaciones que simbolizan la manifestación presente de la
música andina y latinoamericana.
Desde los grandes nombres como Elizabeth Morris, los
persistentes Illary, los clásicos Kapary o los ya recorridos por cientos de
escenarios como Guafa, Bambarabanda o la Banda de Flautas, Chicha y Guarapo,
pasando por expresiones que recién han visto la luz como Kaipimikanchi o
Runakam, este festival también abrió las puertas a las agrupaciones nacidas en
el seno de los procesos de formación como la memorable Orquesta Andina Almma
Cenzonte o los gigantes soñadores de Inti Ñan, Ñambi Kuna y Purikuna.
Ahí está la necesidad, pertinencia y sentido para que un
proyecto en permanente construcción y crecimiento como el “Festival Raíces –
Bogotá Andina” perdure en el tiempo, se expanda, crezca y otorgue nuevos
frutos: su valor diferencial, la articulación entre los procesos formativos y
la gestión de nuevos semilleros de manifestaciones musicales; la aceptación sin
dogmas de nuevos géneros, la calidad de sus músicos invitados nacionales e
internacionales, la convocatoria para descubrir nuevos talentos, la pulcritud
en la realización sonora y audiovisual, el esmero y el amor de estos
sembradores de futuro que hoy verifican que sus semillas tejieron profundas
raíces en la tierra y que hoy el árbol de la vida musical creció arrojando apetitosos
y jugosos frutos.
En medio de la incertidumbre que aún nos persigue
esperamos que la versión 2021 haya sido la última sesión virtual del festival.
Desde ya soñamos que en 2022 un privilegiado teatro sirva de escenario para
albergar la sexta edición de este encuentro de mundos posibles, de este espacio
donde se siembra todos los días para que las audiencias y públicos puedan
recoger los frutos musicales de su mayor querencia andina.
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