martes, 28 de septiembre de 2021

Lo que no he podido olvidar

Así anunció la prensa regional la muerte de Jesús María Valle


Si a Jesús María Valle lo mataron el 27 de febrero de 1998, significa que a Medellín llegamos, con el equipo de Itinerario, el programa de televisión que realizábamos en el Centro de Medios Audiovisuales de la Javeriana, el 25 de febrero. Era un miércoles. Volamos desde Bogotá y ese día nos dedicamos a hacer las llamadas pertinentes para agendar a los invitados que participarían de uno de los capítulos de "Seis por Derecho", la segunda serie documental que a mis  tenía a mi cargo como realizador cuando apenas era un niño aprendiendo a hacer televisión educativa. 

Ese miércoles, 25 de febrero, pasamos después de almuerzo por la oficina de Jesús María Valle, quien fungía como Presidente del Comité Permanente de Derechos Humanos "Héctor Abad Gómez". Su Secretaría nos atendió, supongo que con amabilidad. Revisó la agenda y nos confirmó que el jueves 26 de febrero nos concedía la entrevista concertada previamente. Hoy no recuerdo si el diálogo que sostuvimos fue antes o después de su cita en la Fiscalía donde fue llamado a declarar porque lo habían acusado de calumnia al denunciar la vinculación del Ejército en las masacres de La Granja y El Aro, veredas del municipio de Ituango, territorio natal de Jesús María. 

Así fue como me enteré del nombre de Héctor Abad, de Ituango, de las huellas imborrables que el paramilitarismo estaba dejando en Antioquia, de lo que implicaba ser Defensor de Derechos Humanos, de los alcances desbordados de las Convivir de Uribe Vélez, de lo que implicaba denunciar las alianzas entre la Fuerza Pública, el sicariato de Medellín y los actores armados de la ultraderecha. 

La entrevista fue breve, pero contundente. Jesús María Valle en plano medio. Ángulo contrapicado. De fondo una estación del Metro de Medellín. Fuera de foco el movimiento del centro de la ciudad. El hombre con su corbata a medio anudar. El botón de la primera fila sin abrochar. Serio. Amable. Buen tipo. Un abogado determinado a ser amigo de la verdad. Nos explicó lo que estaba sucediendo en Antioquia en particular y nos presentó un mapa general de lo que ocurría en ese tiempo con los Defensores de Derechos Humanos, sus riesgos, sus dilemas, sus alcances y la penosa estigmatización a la que estaban sometidos por estar en el lugar particular de la historia. 



Él sabía que no podía estar expuesto durante mucho tiempo en público. Terminamos y salimos a realizar otras entrevistas y a grabar otras escenas para el capítulo. Llegamos tarde esa noche. Al siguiente día, el 27: preparar maletas, revisar material, desayunar y salir hacia el aeropuerto. Creo que fue en la sala de espera donde nos enteramos en un informe de última hora sobre el asesinato de Jesús María Valle. Sí, el mismo hombre. En nuestro equipaje viajaba la última de sus entrevistas para televisión. Solo un día antes habíamos estado con él y en un abrir y cerrar de ojos la historia de la violencia nos respiraba sobre el cuello, en el corazón, en el dolor de patria, en el miedo que sentimos al conocer la noticia. Llegué a casa, no pude dormir. A la mañana siguiente, Juan Carlos Giraldo, el eterno reportero de las notas judiciales, me esperaba con una cámara, su micrófono de medio masivo y una luz enceguecedora para tomar mi testimonio como el periodista que registró las últimas palabras públicas del Defensor asesinado un 27 de febrero de 1998. 

En la emisión de las nueve de la noche de ese día triste y sin olvido, salí en el noticiero con mi cara de hombre asustado, con mi rostro indescifrable, con el temor en los labios, el sudor en las manos, el frío en el cuerpo y la tragedia deambulando. Ese recuerdo, toda esa película, los instantes que logro retener como fotos fijas o como imágenes en movimiento, llegaron como evocación inevitable al recorrer con pausa y nostalgia cada escena de "El olvido que seremos", la película dirigida por Fernando Trueba, inspirada en la historia escrita por Héctor Abad Faciolince, el hijo del hombre al que el Comité Permanente de Derechos Humanos que presidía Jesús María, había considerado bautizar en su memoria eterna. 

Diré entonces que es una película que amerita ser vista y que cada quien encuentre lo que quiera buscar en sus adentros. Yo me quedo con la conexión emocional, con las escenas en las que me sentí representado por el pequeño Héctor, sus gestos, los juegos y los juguetes, su amor de hijo por un padre excepcional; sus descubrimientos en el mar de las letras y el sueño de ser escritor. Gracias a "El olvido que seremos" surgió este relato de aquello que yo no he podido olvidar.