SERIE:
BAILAR, REZAR, NARRAR.
Historias
de San Pacho
3 de octubre para la memoria
Por: Gustavo Montenegro Cardona
Las
manos del artesano
Se comprometió a llegar temprano y
desde las cinco y cincuenta de la mañana ya estaba listo con todo el material.
Su misión, armar la balsa mayor que encabeza la procesión fluvial del tres de
octubre. La punta de lanza de la balsada, evento fundamental en el cierre de
las fiestas de San Pacho, estaba, de nuevo, en las manos artesanales de
Casimiro Perlaza.
Carga con un cuerpo de 1,70 cms, es
ebanista y aprendió a trabajar la madera por herencia familiar. Desde su puesto
de mando orienta a un equipo de cinco personas que carga en sus manos los
clavos, los martillos, los serruchos y las maderas para armar la estructura de
nueve metros de largo por cuatro metros de ancho que servirá de reposo para la
comitiva principal de las fiestas de San Pacho.
Casimiro sabe que tiene una gran
responsabilidad. Esta es el quinto año que se le asigna el reto de armar esta
tarima flotante. Ya son las seis y media de la mañana y a primera vista se nota
un armazón de listones y tablas entrecruzadas sobre tres frágiles canoas. Sin
embargo, al subirse a la estructura se tiene la sensación de estar sobre piso
firme.
Casimiro Perlaza en acción, construyendo la tarima que servirá para la balsa mayor.
Memoria
de trescientos años…y más.
En el contexto de las fiestas
franciscanas el tres de octubre es la fecha cuando se conmemora el día que Fray
Matías Abad llegó con la imagen del Santo de Asís en 1648 en una balsa remada
por indígenas al pueblo de Quibdó, como lo recuerda Ramón Cuesta Valencia,
presidente de la Fundación Fiestas Franciscanas.
Casimiro junto a su equipo es el responsable
de la estructura de madera, Hammer Antonio Ramos Rentería, por su parte, fue el
responsable de diseñar conceptualmente la balsada de este 2015. Para Hammer
todo esto resulta una emoción sublime. Suena el martillo, péguele a ese clavo.
Grita Casimiro “páseme uno de un cuarto”. Se gritan y se entienden entre ellos.
Se mueven entre las canoas haciendo un equilibrio que resulta un caminar
natural. Se meten al agua, salen del agua. Serruchan, serruchan, martillan. En
el ambiente parece una música de percusión la armada de la significativa
estructura. “Yo le meto todo a esta balsada” dice con orgullo Casimiro. “Yo se
la meto toda a este tres de octubre”, afirma Hammer, quien a sus 44 años de
edad, con tres hijos, y como el dibujante de arquitectura que es, narra con
emoción evidente en su voz y sus ojos, lo feliz que lo hace ser el responsable
del diseño de la balsa mayor.
Hammer, el diseñador de la balsa mayor.
Entre
balsas y bongos.
Vestida, como ella dice, al mejor
estilo de la herencia africana, Noency Mosquera Martínez, “conocida en el campo
artístico y cultural como El Bongo de Bojayá”, se asoma a las nueve de la
mañana por el puerto arenero del barrio San Vicente para revisar que todo esté
bien. “Está quedando preciosa la balsa mayor” dice la compositora, cantante,
gestora y líder cultural.
El Bongo, como la balsa mayor, es la
figura que hace alusión al bote más grande que existe en el río Atrato, y con
esa fuerza femenina, Noency resalta que “En los eventos culturales está la
esencia de las fiestas patronales de San Pacho”, destacando el mensaje que para
este año ha decidido llevar el comité responsable de armar la balsa mayor.
Ella es "El Bongó de Bojayá".
Eulalia Casas es una mujer robusta.
Desde donde la miro debe medir más de uno con ochenta. Son las nueve y quince
minutos de una mañana calurosa, de cielo nublado, y una ligera, ligerísima
brisa. “La seño” como la llama Hammer está atenta a todo el proceso de
levantamiento de la estructura. Opina sobre cada detalle. Camina, corre, pasa
una piña, pasa un cartucho, se sube a la balsa, se baja, habla con el uno,
habla con el otro. Corrige, llama a aquel, llama a fulano, señala un puesto,
señala otro lugar. En medio del agite nos cuenta que el propósito de este año
ha sido “Resaltar, que eso es lo que tenemos que hacer en las festividades,
fortalecer los eventos culturales, haciendo realce a eso, y mandando este
mensaje a todos los que participamos, que fortaleciendo, haciendo parte de los
eventos contribuimos a la paz de este país”.
Faltan veinte minutos para las diez. El
puerto está lleno de personas. Al fondo se escucha un grupo de chirimía
ensayar. Cada barrio se ha esmerado por tener su mejor balsa acompañante.
Bombas, arcos, flores, san pachos en madera, san pachos en yeso, andas,
festones, mujeres vistiendo los cachés de los días pasados, otra banda por
allá. Y ahí está Casimiro aún martillando, aún serruchando. Ya falta poco
tiempo para comenzar el viaje.
Asuntos
de fe, de río, de bosque.
Al Santo lo han decorado con las flores
exóticas típicas de la región. No es posible hablar de balsada sin tener
presente el mensaje de protección medio ambiental. Con una paz interior que
proyecta en medio de su 1,90 de estatura, el profesor Edison Blandón recuerda
que San Francisco fue nombrando el santo patrono de la ecología y el medio
ambiente. De ahí que con mayor razón se haga un esfuerzo para que la balsada
sea una expresión de la relación amigable con el río, con el bosque, con la
madera, con el entorno más biodiverso del país.
Son las diez de la mañana. Hammer
celebra con sus lágrimas la emoción que le produce este día en especial.
Casimiro deberá viajar atento a cualquier circunstancia que pueda pasar durante
la navegación. El Santo de Asís se ha apuntalado bien para poder encabezar la
marcha fluvial. Arranca la balsada, y dos personajes anónimos para la mayoría
del público quibdoseño hoy han puesto su mejor esfuerzo para conmemorar aquella
primera llegada de San Pacho a través de este río Atrato por donde hoy navega
la fe.
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