Por Gustavo Montenegro Cardona
*Crónica realizada en el contexto del taller sobre Distintas maneras de narrar el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, orientado por el maestro Alberto Salcedo Ramos, organizado por la Dirección de Comunicaciones del Ministerio de Cultura.
-“Churillo” te buscan- grita Alfredo,
un menudo mecánico para quien ya terminó su jornada en el taller “Las Américas”.
Mientras alínea las llantas traseras de un viejo Renault 12, Guillermo Martín Cisneros,
alias “Churillo”, canta bajito el villancico de la “Nanita Nana”. De un brinco
sale de esa especie de gruta secreta de los mecánicos donde Guillermo ha pasado
resguardado ya cerca de 33 años. Cuando canta, su voz es delgadita, como su
cuerpo, pero cuando habla le sale una voz ronca, áspera.
Si hoy fuera 5 de enero, Guillermo
también se estaría limpiando las gruesas manos que se le transformaron con el
trabajo, pero no de la grasa de los automotores que balancea, alinea y
sincroniza, sino de las alarmantes cantidades de cosmético negro que gusta usar
durante su día preferido de los Carnavales de Negros y Blancos en Pasto, la
capital del departamento de Nariño, en el sur de Colombia. Desde sus ocho años,
recuerda, no ha perdonado salir un día de negros para jugar en la calle.
-Me pusieron “Churillo” porque de pequeño
tenía el cabello crespo, crespo, crespo, y bien largo-.
Desde entonces así quedó bautizado, y
al parecer no hay alma en el Barrio Santa Bárbara de Pasto, su lugar de
residencia, que no sepa de la existencia de este empedernido jugador de
carnaval.
Si hoy fuera 5 de enero, Guillermo
estaría contando los minutos para organizar la pandilla de jugadores. Llegaría
a las ocho de la mañana al taller, le subiría el volumen al equipo de sonido
con las canciones navideñas que tanto le emocionan y terminadas las labores, a
eso de las diez, en el morral que lo acompaña desde los últimos cinco años,
estuviera guardando los primeros cincuenta tarritos de cosmético negro, unas
cinco espumas de carnaval, un poncho, dos gorras, unas gafas y mínimo cinco
tarros de talco, -es como la munición para el soldado. No se puede salir a
jugar si no se tiene todo el armamento – afirma el “Churillo” con su gruesa,
pero tímida voz.
Si hoy fuera 5 de enero, doña Carmen
Guzmán, la mamá de Guillermo, el “Churillo”, estaría preparándose para recibir
a toda la familia que ha convenido que el mejor lugar para encontrarse es su
casa, la misma donde vive el “Churillo” desde que se separó y donde convive con
su madre desde hace cerca de diez años. –Ella ya sabe que el 5 es mi día, y la
verdad que se enoja un poco porque le llego con la ropa hecha un trapo de todo
el cosmético que se chupa ese día, y como ella es la que lava se me pone brava,
pero eso se le pasa – afirma sin vergüenza el cincuentón jugador.
Guillermo Martín Cisneros es uno
entre el millón de personas que hacen parte de los eventos del carnaval de
negros y blancos. Junto a él, más de 380.000 personas bailan después de jugar
en los conciertos organizados para la rumba carnavalera. El “Churillo” junto a
cientos de personas, es un defensor del juego, el de la pintica, ese de ir
hacia el otro, untar un poco de cosmético en el dedo índice y casi que con
ternura deslizar el maquillaje de color negro sobre su mejilla al tiempo que se
dice –una pintica, por favor-. Como parte del juego, el que ha recibido su
pinta de color, agradece, sonríe y devuelve la caricia juguetona.
-Esa cosa de ir a atentar contra la
otra persona y casi que manosearla, y pintarla sin consideración, no es lo
mismo que como se jugaba antes – dice Alberto Jurado, un hombre delgado, malgeniado,
que desde su metro con setenta mira más hacia el horizonte que a sus
contertulios y a sus 56 años ha visto de todo en el carnaval de negros y
blancos. – Lo que llamamos la “operación pupo” – continúa afirmando Alberto - o
sea, eso de coger y pintarle al amigo hasta el ombligo, se hace con los de
confianza, entre la cuadrilla que ya sabe a qué juega, pero con el extraño, el
turista o un desconocido, pues no está bien visto, la persona hasta de pronto
se ofende y luego habla mal del carnaval, y eso no está bien – concluye Alberto
mientras termina de fumar el último pucho de su cigarrillo, el número veinte
del día.
Justamente el documento que en 2009
se expidió declarando como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad al
carnaval de negros y blancos de Pasto, contempla como una de las amenazas de la
manifestación, el aumento de las agresiones y el juego irrespetuoso y enfatiza
que - este fenómeno de inseguridad es un indicador de
la pérdida del significado de la fiesta como patrimonio, donde el disfrute
colectivo de todas y todos contribuyen a la celebración y control de la misma-.
Como bien lo recuerda el periodista
Manuel Eraso, durante casi un siglo sólo se habló de juego de negros y blancos,
resaltando que si hay una particularidad que hace de los carnavales del sur una
fiesta diferente y auténtica, es, justamente, la del juego que se inauguró
cuando los esclavos negros pintaban con carbón a sus amos blancos, en aquel día
de vaco al que tenían derecho cada cinco de enero.
Este “Churillo” es el jugador de
antaño que celebraba el carnaval con su familia, con los amigos de la cuadra,
con los grupos de barrio que desde temprano se alistaban para lanzarse a la
calle a nada más que a jugar, donde el juego era corretearse para pintarse unos
a otros, y de pintica en pintica terminar untado de cosmético hasta los pies.
Esos años que recuerda Martín, son los de salir a bailar con las músicas que
explosivas sonaban desde el interior de las casas, donde todos se reían por el
aspecto que cada jugador iba tomando a medida que el día avanzaba y donde burlarse
de sí mismos y brindar amigables tragos de aguardiente era la alegría del
cinco.
Si hoy fuera cinco de enero,
Guillermo Martín Cisneros, alias el “Churillo”,
estuviera listo para salir a jugar a su manera, con su estilo, pues se confiesa
jugador de la caricia en el rostro, del cosmético negro y solo negro. Si hoy
fuera cinco de enero, recordaría con alegría aquellos carnavales que deben
rescatar la esencia de su nacimiento porque él sabe que este patrimonio sí es
un juego.
2 comentarios:
Excelente cronica, el juego visto desde el auténtico placer, sin excesos y agresiones. Maravisllosa forma de hacer pedagogía en torno al juego de negritos.
ANIBAL AREVALO.
Excelente cronica, el juego visto desde el auténtico placer, sin excesos y agresiones. Maravisllosa forma de hacer pedagogía en torno al juego de negritos.
ANIBAL AREVALO.
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