30/01/2009
Por cuarta vez, el Hay Festival abrió sus puertas en Cartagena, ahora consolidándose como un evento en el que se mezcla la farándula, con la filosofía, la literatura con el glamour, la rumba con el compromiso social, el periodismo con la literatura, el teatro con la puesta en escena cultural. A muchos este tipo de cóctel les parece contraproducente, porque se corre el riesgo de confundir a Juanes con Juan Manuel de Prada, o al grupo de música Asian Dub Foundation con una de las Fundaciones filantrópicas de la infanta española que se paseó por las calles humildes de la capital de Bolívar. A decir verdad, a mí no me preocupan este tipo de comedias de las equivocaciones. Me acuerdo del desaparecido Manuel Puig que decía que toda promoción para un escritor debería ser bienvenida, pues nunca llegará a los niveles histéricos que se le hace a los cantantes o a las modelos.
Creo que el Hay Festival ya ha establecido sus reglas de juego, el público las disfruta y todos quedamos contentos. Pero hoy, en la sala de prensa del evento, mientras garrapateo de afán estas líneas antes de que sea demasiado tarde, oigo las voces de periodistas indignados por la “ridícula” presencia de la estrella de la canción colombiana con un Miguel Bosé que ahora ha pasado de ser una bella diva de la música y el cine a una especie de Sor Teresa de Calcuta del Pop, donde camaleónicamente se adapta a los nuevos tiempos (ya no estamos para “Linda” ni para “Amiga”) sino para ser un artista “comprometido” que tiene grandes mensajes mesiánicos junto al querido paisa de la camisa negra. De nuevo, a mí tampoco me molestó ni me sorprendió. Si uno invita a Bosé y a Juanes (nada que ver con la presencia del año anterior de Serrat y Sabina) tiene que saber a qué se atiene y no esperará que quienes hablan son Vila-Matas y Estanislao Zuleta. Y claro. El Teatro Heredia (“hermosamente cursi”, como lo definió el mismo Sabina el año pasado) estaba a reventar de público de todo tipo, pero sobre todo, de niñas y de féminas no tan niñas, con sus cámaras enhiestas, listas a suspirar por todos las declaraciones trascendentales de los adorados cantantes. Misión cumplida.
En el palco en el que logré un puesto, rodeado de diez chicas cartageneras que se sabían las canciones que medio musitaban Bosé & Juanes, me pareció que todo marchaba sobre ruedas. Estamos en un país que necesitan “hacerle trampa” a la gente, para que se acerque al mundo de la cultura, la literatura y el arte. Y claro. Las niñas cartageneras se acercaron a Juanes, a Bosé y resolvieron su presencia en el Hay Festival.
De alguna manera, la presencia de un escritor en una Feria o en un Festival terminará por convertirse en un ritual, de alguna manera “teatral”, en el sentido peyorativo con que con frecuencia se utiliza el término. Esa misma tarde, el escritor chileno Luis Sepúlveda, conversando con su amigo, el fotógrafo Daniel Mordzinski, confirmaba este tipo de canonizaciones al recordar anécdotas con nuestra gloria de las letras. Y, al mismo tiempo, el mismo Sepúlveda levitaba con su carreta inacabable, apoyado por los ecos de Violeta Parra.
¿Para qué nos invitan a escritores, dramaturgos, fanáticos de la música popular o de la literatura a conversar en un escenario? ¿Estamos esperando una inmersión “profunda” en las aguas de la reflexión para que “transforme” la mentalidad de los curiosos que se acercan? No lo sé.
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