Por: Gustavo Montenegro Cardona
@gusmontenegro , @tirodecamara
La firma de la Unidad Nacional a la que invita el presidente electo Juan Manuel Santos se quiere presentar como un acercamiento de acuerdos que bajo la línea del consenso político permitan la consolidación de una política que establezca, los parámetros básicos de la gobernabilidad que quiere impulsar el nuevo jefe de Estado. A su vez, se vende bajo el preconcepto de que su mecanismo de asignación de cargos no obedece a las tradiciones politiqueras de nombramientos acordados en la fase de la campaña o con las negociaciones que se hacen bajo la mesa para establecer luego las cúpulas que se trepan en el poder.
Sin embargo, de qué unidad se puede hablar cuando en la mesa no se encuentra un puesto para la oposición manifiesta en el Polo Democrático o un lugar para un partido que como el Verde, por ser simplemente la segunda fuerza electoral en el país, debería estar haciendo parte de la firma de ese documento de concertación nacional. En la unidad están los que siempre se han unido, los que en campaña parecen enemigos, pero que al final terminan sentándose en la mesa de los elegidos para distribuirse estratégicamente las dádivas de los logros electorales. Los caballeros del poder tradicional comparten el mismo escenario del teatro político actual: Santos, Vargas, Lleras, Riveras, apellidos en plural que representan intereses singulares. Al menos, por lo visto hasta el momento, ni siquiera el propio Angelino Garzón parece verse cómodo en el cuadrilátero donde se pone la mesa de la distribución burocrática.
Que no nos engañe Santos con la pretensión de decir que los partidos políticos reunidos en la Unidad Nacional acuerdan sin interés individual la ubicación de sus fichas en los ministerios o en las mesas directivas del Senado de la República. Que el exsenador Rivera llegue al Ministerio de Defensa como cosecha de su voltiarepismo es eso y debe ser comprendido de tal manera, bueno o malo, ya lo veremos en la acción y la gestión pública, pero de lejos sería el nombre que los colombianos tenían en mente para una cartera que resulta jugosa en recursos, en manejo de medios de comunicación y en éxitos políticos que ya ha saboreado el mismo presidente electo. Creo entonces que ahí pierde Vargas Lleras, quien entra al gobierno de Santos tildado de traicionero por boca y adjetivos del mismo Vicepresidente Francisco Santos.
Por lo visto este tipo de acuerdos burocráticos, denominados convergencias, unidades, pactos sociales, alianzas para el cambio y la transformación, siguen siendo los mismos amangualamientos de siempre. Hoy se toman la foto, sonríen para la prensa, se abrazan y aman para el cocktail. Ya veremos lo que pasará desde el próximo 7 de agosto en adelante. Lo que se nota es que la nación sigue en manos de los poderosos de siempre y que para que lleguemos a acuerdos en consenso de Unidad Nacional falta mucho camino democrático por recorrer.